UN COMENTARIO LITERARIO DE UN TEXTO REALISTA
El objetivo de este ejercicio es muy concreto: encontrar en un fragmento de una novela realista (una de las mejores novelas realistas de nuestra literatura, Fortunata y Jacinta de Pérez Galdós) los rasgos característicos de ese tipo de estética. Recordemos, por tanto, cuáles son los más notables, según nos lo indica nuestro libro de texto:
- La observación y la representación fidedigna del entorno
- El tratamiento de temas propios de su tiempo
- La búsqueda de la objetividad y el verismo
- La presencia del narrador que suele expresar su opinión (y la del autor muchas veces)
- El empleo de un narrador omnisciente que analiza el pensamiento y los sentimientos de los personajes
- El estilo sobrio y sencillo que busca la objetividad, la claridad y la precisión
- Cuidada recreación del habla de los personajes.
¿Somos capaces de identificar estas características en este texto? Veamos.
A pesar de su brevedad, este fragmento reúne casi todas las características destacadas de la técnica aplicada por los novelistas de la segunda mitad del siglo XIX.
Deberíamos empezar por localizar esta secuencia dentro de la novela. Como ya sabemos, Galdós relata una historia centrada en un triángulo amoroso: Juanito Santa Cruz, un joven de muy buena familia, con encanto personal y éxito social mantendrá una doble relación afectiva con Jacinta, prima suya, y con Fortunata, una joven de clase muy humilde. Esta doble relación permite a Galdós reconstruir de un modo muy verosímil los ambientes burgueses y adinerados junto a las zonas más populares y deprimidas del Madrid de su época. Tanto el tema como los ambientes y los personajes de la novela son un espejo del momento que le tocó vivir al autor.
Precisamente en este fragmento asistimos al primer encuentro entre Santa Cruz y Jacinta, un hecho fortuito porque Juan va a esa corrala o vivienda humilde de un barrio de clase trabajadora a buscar a un dependiente de su padre. Observamos con qué fidelidad nos describe la suciedad de la vivienda en la que hay una pollería (“pisando plumas y aplastando cascarones”). Del mismo modo, la descripción (hay aquí varias secuencias descriptivas y otra dialogada) de Fortunata está hecha, en un primer momento, con fidelidad y objetividad de manera que comprendemos la sorpresa de Santa Cruz al ver en ese decrépito y sucio entorno la belleza inesperada de la joven: “una mujer bonita, joven, alta…. La moza tenía un pañuelo azul claro por la cabeza y un mantón sobre los hombros”.
El narrador que nos encontramos también es común en el Realismo: un narrador omnisciente en tercera persona que analiza el pensamiento de los personajes, en este caso de Juanito Santa Cruz (“diéronle ganas de tomarse confianza con ella”) que con un estilo sobrio, sencillo y preciso nos dibuja el encuentro entre los futuros amantes. Pero este narrador se permite la licencia de criticar o ironizar el comportamiento de los personajes. Tras una primera descripción objetiva, comenta el comportamiento de Fortunata al ver que Santa Cruz la mira: una actitud achulapada que identifica con las mujeres de clase baja y que compara con la altivez que muestran las gallinas (no olvidemos que la escena ocurre al lado de una tienda de aves y que, más tarde, la joven para sorpresa y asco del señorito burgués se comerá un huevo crudo y estrellará el cascarón contra la pared del pasillo, una actitud que delata su condición y sus modales poco refinados). El joven también es criticado e ironizado. Aquí, como en el resto de la obra, se le llama Delfín, con mayúscula, comparándolo con el primogénito de la familia real por su vida regalada y caprichosa.
Nos queda comentar el breve diálogo que aparece en el fragmento y analizar cómo están retratados los dos personajes. A pesar de que sólo oímos una mínima intervención de cada uno, es suficiente porque el lenguaje que cada cual utiliza delata su procedencia, su educación y su clase. Frente al uso elegante y correcto de la pregunta de Juanito, Fortunata contesta en un registro coloquial y vulgar (frente a “el señor de Estupiñá”, “Don Plácido”, además de esa expresión inadecuada y redundante: “en lo más último de arriba”). De todos modos, lo que sí es evidente desde el principio es la fuerte personalidad de los dos, acostumbrados a no reparar ni dar pasos hacia atrás, sino a conseguir lo que se proponen con energía y decisión. Ella se muestra altiva y va al encuentro del heredero de los Santa Cruz, y él, ya lo dice el narrador “no pecaba de corto, y al ver a la chica lo linda que era y lo bien calzada que estaba, diéronle ganas de tomarse confianzas con ella”. Y así comienza esta historia de pasión entre ellos.